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viernes, diciembre 21, 2007

Una vision para ti

La comida es un lubricante social. Las personas usan el pretexto de la comida para encontrarse y relacionarse socialmente. La usan como excusa. La usan para relajarse y abrirse. Es muy triste, que en nuestra sociedad las personas no sepan relacionarse sin una copa y una tapa de por medio. La nuestra es la sociedad del buen comer y del buen beber. Se supone que si no lo haces asi, no estas disfrutando de la vida. A un grupo reducido de personas como yo, que padecemos la enfermedad de la adicción por la comida, este ambiente es toxico. La comida a mi me destruye, me pierde, me anula, ya no es apoyo de relación social, si no que las destruye y me aísla de otros. Ahora no me compensa comer. Se que si tomo mis alimentos compulsivos, antes o después me perderé en una orgía de atracones, y esto me llevara a perderme como persona. Sinceramente no me compensa, un solo bocado no compensa todo el dolor de una recaída. Así que muchas personas cuando me relaciono con ellas, les resulta extraño que no coma o beba como ellos. No puedo relajarme y hacer lo que los demás, por si no estoy alerta volveré al oscuro lugar donde me llevaron los atracones.

Como comedores y bebedores sociales, los otros me animan a comer y a beber como ellos, para acogerme en su grupo, para la integración de la manada. Si me fijo el orden natural hoy día es que las personas con la edad vayan cogiendo kilos, presos de esta conducta encubierta de comer socialmente y de la vida sedentaria.

El renunciar a comer socialmente para evitar los atracones que la enfermedad desencadena en mí, me hace estar en cierta manera en la soledad. Antes era la enfermedad la que me tenía aislado de la cama a la cocina, ahora es mi negativa a comer compulsivamente lo que me hace distinto.

Pero hay personas que me comprenden por que son como yo, y también han decidido dejar de comer compulsivamente. Son los compañeros y compañeras de los grupos, y con ellos siempre puedo relacionarme sin miedo a ser juzgado, y sin tener que comer o negarme a comer. Existe pues un modo de vida sin comida autodestructiva para mí, una manera de vivir llena de esperanza.

Para conservarlo has de pasarlo. Eso dicen en Oa. Para mi significa que la recuperación que he podido lograr hasta ahora, he de regalarla a otros, por que si no la perderé. Además el ayudar a otras personas presas de la compulsión por la comida me ayuda a mantener la recuperación que he logrado, a afianzar las bases de mi abstinencia. Cada rato que dedico a hablar con otra persona de mi recuperación y de cómo lo hice (con ayuda), es tiempo que no estoy pensando en comer compulsivamente. Para mi es edificante y constructivo ayudar a otras personas. Enseñar a otros a tomar las elecciones correctas con la comida, me hace recordar cuales he de tomar yo. Esto es especialmente importante ante la soledad de mi persona frente a la tentación del alimento compulsivo, y en ambientes fuera de mi rutina. Por que como comedor compulsivo que soy, la ruptura de mis hábitos habituales de comidas me hacen especialmente vulnerable a recaer. Unos hábitos razonables y sanos de comidas me mantienen abstinente, sereno y en recuperación. Para eso esta el plan de comidas. Para que pase lo que pase en mi vida, así se hunda el mundo o este preso del mayor dolor emocional, mi manera de comer no varíe. Por que la enfermedad une la manera de comer a las emociones, variando mis comidas según como me encuentre.

Comedores compulsivos anónimos me ha dado la voluntad que yo no tengo para separar comida de emociones. Ya, gracias a dios solo por hoy, no como autodestructivamente cuando me algo me duele emocionalmente. He aprendido a gestionar mis emociones.

Mi fuerza es la de mi grupo y la de mi propio dios. Cualquiera de mis compañeros o compañeras de mi grupo puede escucharme y apoyarme en el momento que lo necesite. Ya no estoy solo, ni he de cargar toda mi vida sobre mis hombros. Ahora donde en mi había miedo, soledad y desesperación, hay esperanza, fe y alegría. Creo en mi propio dios, en que se puede vivir de otra manera, en que me puedo recuperar. Tener fe me hace seguir adelante. Creer es poder. Y puedo con ayuda. Antes de llegar a Oa no creía y vivía sumido en el dolor y la desesperación. Ahora estoy bien. Tengo esperanza, y comparto lo que tengo con los recién llegados y los compañeros y compañeras que están mal, por que hacerlo me ayuda a superar las tentaciones que vienen, y por que me recuerda todo lo que he trabajado previamente.

Cuanto mas me entrego a Oa, más me devuelve la hermandad en forma de abstinencia y recuperación. Descubrí que el servicio hacia que la comida saliese de mi cabeza, con lo que empecé a hacer servicio activamente en los grupos. Me encargaba de recibir a los nuevos, de colocar las sillas, de la literatura. Así era como me mantenía enganchado a las reuniones y con la mente libre de las tentaciones, con servicio, reuniones y trabajo de los pasos.

Por que también descubrí que cada vez que leía literatura de oa, me sentía más en paz y alejaba de mi mente la idea de comer cosas dañinas para mi. La literatura y el escribir ejercían el misterioso efecto de tranquilizarme frente a la comida. Cada vez que le dedicaba mas tiempo a leer/escribir sobre mi enfermedad, mas aprendía sobre mi mismo, los resortes que activaban la compulsión, y sobre como evitarlos, y empezar a llevar una vida diferente, mas sana, mas enriquecedora y libre de la esclavitud por la comida. Pero para ello tuve que poner mi empeño y querer recuperarme. Llegar a mi propio infierno y querer huir de el, por que era o recuperarme o morir lentamente.